Donde el tiempo aun me pertenece

Todo nace de la observacion.
En mayor o menor medida, hacemos de nuestra vida una atalaya desde la que oteamos el horizonte.
En ocasiones, con una curiosidad buscada y, en la mayoria de los casos, de una manera involuntaria.
Miramos y disfrutamos.
Miramos y nos asombramos.
Miramos y nos emocionamos.
Miramos y sufrimos.
Miramos y no queremos mirar, aunque nuestra mirada vuelva a enfocar aquello sobre lo que posamos nuestros ojos.
Los textos que vienen a continuacion tienen su origen en las miradas depositadas suavemente sobre lo que me rodea. Miradas sobre lo ajeno que, inmediatamente, lo convierten en propio.
Mi felicidad habita en cualquier cuaderno en el que vierta estas historias. Me gusta contar cosas, siempre ha sido asi.
Las historias nos buscan, pero somos nosotros los que les damos corporeidad y las ordenamos. Algunas habitan en miles de palabras que, hilvanadas, producen una narracion. Otras precisan de muy pocas, pero poseen la misma fuerza.
Aqui hay de todo. Las historias que vinieron a mi encuentro las atrape y les puse una base de papel y tinta, de pantalla y luz.
Miramos porque somos curiosos.
Y mirando, escribo.